Tras una acogida inicialmente optimista en Wall Street, el sueño de un segundo mandato de Trump se ha transformado en una pesadilla para las acciones estadounidenses. Lo que en un principio se descartó como la clásica fanfarronería de Trump, su "arte de negociar", terminó por hacerse realidad el 4 de abril de 2025, cuando se anunciaron aranceles de dos dígitos para una serie de países, muchos de los cuales son aliados tradicionales y socios comerciales históricos de EE. UU. En su mayoría, se suspendieron durante 90 días, con una excepción notable: China. La República Popular fue golpeada con una tasa arancelaria del 145 %, y el impacto en la economía estadounidense, muy dependiente de China, fue rápido y severo. Los índices de referencia S&P 500 y Nasdaq 100 han caído alrededor de un 10 % y un 15 %, respectivamente, desde febrero, y las siete empresas tecnológicas conocidas como las Magnificent 7 han perdido más del 20 % hasta el 21 de abril.
Pero, afortunadamente para los accionistas de todo el mundo, parece que el rumbo está a punto de cambiar. Bajo una presión significativa por parte de los medios de comunicación y sus asesores más cercanos, Trump se ha comprometido a reducir "significativamente" las tasas arancelarias actuales sobre China, lo que ha provocado ganancias diarias de más del 4,5 % para las Mag 7 y aumentos más modestos para los demás índices principales. Así las cosas, al parecer Trump fue el primero en dar su brazo a torcer en el juego económico entre las dos mayores potencias del mundo. Sin embargo, aún queda un largo camino por recorrer hasta que las relaciones comerciales se normalicen por completo, y el camino está plagado de posibles obstáculos. ¿Es este el principio del fin de la guerra comercial? ¿Qué otros factores podrían afectar a los precios de las acciones durante el resto de 2025?
El declive imperial
Tras jugar duro imponiendo aranceles de tres dígitos e insistiendo en que el presidente chino Xi Jinping iniciara las negociaciones, Trump perdió mucha credibilidad cuando China impuso sus propios aranceles del 125 % a determinados productos y servicios estadounidenses y dejó claro que no estaba dispuesta a dejarse intimidar como otros socios comerciales de Estados Unidos. Con el costo de los productos electrónicos de consumo saliéndose de control, Trump se vio obligado a excluir estos productos básicos de exportación chinos de los aranceles. Ahora, tras la presentación de una demanda ante la Corte de Comercio Internacional de Estados Unidos en Nueva York por parte de 12 estados importantes del país, Trump ha aceptado reducir "sustancialmente" los aranceles generales contra China, aunque advirtió que "no serán cero".
De acuerdo con un informe del Wall Street Journal, la Casa Blanca va a recortar los aranceles actuales hasta en un 50 %, introduciendo una escala móvil con impuestos más bajos (35 %) sobre los productos no estratégicos y tasas más altas (hasta el 100 %) sobre los artículos considerados críticos para la seguridad nacional de los Estados Unidos. Esta es una excelente noticia para todas las empresas que utilizan productos fabricados en China en su ciclo de producción, un grupo que incluye a gigantes como Apple, Tesla, Microsoft y NVIDIA. Queda claro, pues, que China ha mantenido la calma cuando la administración Trump esperaba que Xi cediera como lo hizo durante la primera guerra comercial.
China aprendió de la lección de 2018-2019 y ha realizado varios cambios clave para reducir su dependencia de Estados Unidos, como recortar a la mitad sus importaciones de soya, invertir fuertemente en su iniciativa Belt and Road y crear un monopolio virtual en el refinado de tierras raras. No solo parece haber ganado ventaja en sus propias negociaciones con Trump, sino que también ha amenazado con castigar a cualquier otro país sancionado que apacigüe a Estados Unidos a costa de China, en una medida decisiva que realmente reafirma el estatus de la República Popular China en el nuevo orden mundial.
Descontento interno
Si bien parece que el fin de la guerra comercial está a la vista, el mercado bursátil estadounidense aún está lejos de salir del atolladero. Las tensiones entre la Casa Blanca y el regulador financiero del país se recrudecieron significativamente la semana pasada, cuando Trump calificó al presidente de la Fed, Jerome Powell, de ser un "gran perdedor” cuya "destitución no puede llegar lo suficientemente pronto", acusándole de "cometer un error al no bajar las tasas de interés". El objetivo era claro: presionar a Powell para que recortara las tasas prematuramente como forma de impulsar las acciones sin que Trump tuviera que perder prestigio en la batalla arancelaria con China. Sin embargo, después de que sus asesores le advirtieran de las ramificaciones legales y económicas, suavizó su postura el 22 de abril, afirmando que, por ahora, "no tenía intención" de destituir a Powell. La herramienta FedWatch de CME ahora considera que hay más de un 50 % de posibilidades de que se produzca una bajada de las tasas en mayo, lo que podría sugerir que los esfuerzos de Trump podrían dar sus frutos al final, lo que probablemente beneficiaría a los poseedores de valores estadounidenses en todo el mundo.
No obstante, es evidente que el establishment político está en desacuerdo con Trump, lo que naturalmente frustrará su intento no solo de ganar un conflicto comercial con un adversario cuyo mandato es monolítico e indiscutible, sino también de proyectar un poder político y económico real a nivel interno y en la escena mundial. En resumen, los índices estadounidenses podrían recuperarse a corto plazo tras la normalización del comercio y la flexibilización de la política de la Fed, pero el impacto a largo plazo de esta situación internacional tan embarazosa podría ser mucho más grave. Tal pérdida de prestigio frente a la segunda economía mundial podría acelerar el declive de la hegemonía estadounidense, al igual que la crisis de Suez lo hizo con el poder militar británico. Por lo tanto, aunque el S&P 500 y el Nasdaq 100 sin duda tienen más potencial de crecimiento, podría ser prudente diversificar también hacia el China A50 y el Hang Seng.
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