No es ningún secreto que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, necesita financiación para su ambicioso paquete de campaña. Solo lo que costaría su plan de infraestructura se estima en unos 2.3 billones de dólares, pero esto no es nada comparado con los 18 billones de dólares que el Nuevo Trato Verde de los Demócratas ha proyectado para las próximas tres décadas. Incluso para la economía más grande del mundo, es bastante dinero, y tiene que venir de alguna parte. Y el predecesor de Biden tampoco le hizo ningún favor.
En 2017, Trump redujo el impuesto de sociedades del 35 % al 21 %, reduciendo así significativamente la fuente natural de ingresos para esos proyectos. El nuevo presidente, que se encontró con pocas opciones, trató de lograr respaldo a un aumento de los impuestos justo a la mitad de lo que estaba antes de que Trump llegara al poder. La resistencia interna de ambos lados de la Cámara de Representantes fue feroz, y parecía que Biden se vería obligado a cancelar sus planes. Pero después de llegar a un serio acuerdo, parece que el proyecto de ley no sólo ha revivido, sino que incluso está ganando fuerza a una escala global.
El G20 al rescate
La naturaleza ambiciosa y de largo alcance que tenía el plan había dado munición a quienes se oponían a ello desde EE. UU. Pero ahora que ya se sabe, varios ministros de economía de naciones del G20 se han pronunciado a favor de la propuesta. Uno de los principales partidarios es el ministro de economía alemán, Olaf Scholz, que dijo: “Estoy convencido de que, con esta iniciativa de fiscalidad corporativa, lograremos poner fin a la carrera mundial de bajar los impuestos”. Mientras tanto, el homólogo francés de Scholz, Bruno Le Maire, celebró el hecho de que un “acuerdo global sobre fiscalidad internacional esté ahora al alcance de la mano”, y añadió: “Debemos aprovechar esta oportunidad histórica”. Esto se produce después de que el Reino Unido y Francia, frustrados por la falta de progreso en las negociaciones, hablaran de crear impuestos para los servicios digitales de forma unilateral a la espera de un consenso internacional.
No se puede complacer a todo el mundo
Naturalmente, no todas las economías importantes están entusiasmadas por establecer un tipo impositivo mínimo global para las grandes empresas. Irlanda, por ejemplo. Como dijo el ministro de finanzas del país, Paschal Donohoe: "Centrarse en un tipo impositivo mínimo global es una perspectiva sobre la que tengo mis reservas… habría que ver cuál sería el impacto en la competitividad de las economías pequeñas y medianas que sí tienen tipos impositivos más bajos para las corporaciones y lo utilizan como parte de su modelo competitivo global". Sin embargo, es evidente que hay que apoyar este nuevo programa internacionalmente. Si seguimos permitiendo que existan los paraísos fiscales, las empresas seguirán reubicándose para evitar el impacto del programa. Esta es también la razón por la que Biden busca cerrar las lagunas legales que hacen que los contables de las empresas generen complejos arrendamientos, contratos de venta y préstamos para evitar impuestos estadounidenses. Eliminar el incentivo de hacerlo mediante la normalización de los impuestos corporativos en todo el mundo podría ser una solución a largo plazo que funcione.
Acuerda y conquista
Como ya hemos mencionado, los planes originales de Biden se encontraron con una grave oposición, no sólo por parte de senadores y congresistas republicanos, sino también por parte de su propio partido. Sin embargo, lejos de renunciar al proyecto, el astuto presidente ha estado en la ofensiva intentando convencer a los legisladores. El mayor campo de batalla aquí es, sin duda, el de los demócratas moderados y conservadores, muchos de los cuales estaban realmente en contra de la legislación propuesta. Un ejemplo destacable sería el senador Joe Manchin, que ha expresado repetidas veces su preocupación por la necesidad de seguir siendo competitivos, y hace poco advirtió en contra de "arrojar[ing] la precaución por la ventana". Sin embargo, el señor Manchin ha declarado que estaría dispuesto a apoyar una suba de hasta el 25 %, una cifra que parece mucho más aceptable psicológicamente para muchos que hasta ahora estaban indecisos. Biden ha escuchado a sus colegas y ha revisado su objetivo en línea con esta figura del 25 % lo que podría bastar para sacarlo a la luz.
Reflexión final
Pase lo que pase, está claro que las cosas tienen que cambiar en cuanto a impuestos de sociedades. Las empresas obtienen miles de millones en beneficios y crecen cada año, pero ahora pagan menos impuestos proporcionalmente que en los años 70. Nadie puede negar que se trata de una cuestión que debe abordarse de forma coordinada y de carácter supranacional en un mundo cada vez más globalizado. Pero hasta que exista un acuerdo firme con niveles justos de impuestos de sociedades en todo el mundo, la “carrera hacia abajo”, como se ha llamado, nunca terminará. Pero, como sugeriría la continua oposición de la Cámara de Comercio de Estados Unidos a las propuestas, es probable que las consecuencias para las empresas sean bastante significativas. Muchos creen que incluso podría provocar algunos movimientos a la baja serios en los mercados de valores a medida que la realidad de lo que esto significa para las ganancias corporativas cale entre los inversores.
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